13 de septiembre de 2016

Luna solo hay una

   Todo lo bueno escasea. Por mucho que haya gente que se dedique al recuento de amantes o de amigos, sigo convencida de que la amistad, el verdadero amor, la gente sincera y el buen sexo, escasean por igual aunque no sean lo mismo. Sólo son igual de escasos. 
Idoia Laurenz.

30 de abril de 2016

Oui, c'est moi


No necesito a nadie que me suplante para saber que me he convertido en tu oscuro objeto de deseo. No me hace falta la carnalidad de la boca de ninguna otra porque el silencio de mis labios finos y la fuerza oculta de mi voz francesa pegan fuerte en tu pecho cuando en él se muere lapidado un beso. 

No quiero el negro lacio de ningún otro cabello cuando es el fuego del mío el que te quita la escarcha del sueño. Toma lo que ves y peínalo como puedas porque no vas a encontrar ningún otro enredo que se le parezca. 

No busques la mirada de otras cuando vienes a encontrar ciegamente cualquier destino tuyo en el mío. No te acuchillan a ti las palabras. Es el silencio que se clava en tu alma como una daga que tiene el filo de mil palabras que yo no escribo y que a ti te desangran.

No vuelvas a humillar ni un solo centímetro de la piel que recubre y escuda todo mi silencio porque sólo tendrás para toda la vida los ojos, las manos y el alma de alguna otra como ella, vestida con fotos de otras muchas que nada tienen que ver con la mujer verdadera. 


24 de abril de 2016

Ahora

Si hoy estuvieras vivo, seguro que ayer habrías dejado olvidada una flor en mi casa y en el salón de la tuya yo hubiera encontrado un sitio para que tuvieras otro libro. 

Si hoy estuvieras vivo, mañana te contaría que me cuesta querer y que aún soy más difícil para permitir que alguien me quiera. Algo que ya sabías de mí cuando estabas vivo, pero aun así te lo contaría.

Si mañana estuvieras vivo, podría decirte que he descubierto que el amor es imposible de matar. Que el amor es el único que se muere de muerte natural. 

Pero la verdad es que ayer ya estabas muerto y que también lo estarás mañana. Entonces me pregunto qué hago con todo esto.

Mejor lo escribo.



Tu lirio

  
 Una flor en mis sueños se volvió pájaro para volar hasta tu ventana. Un ruiseñor que en sus alas esconde la llave de brisa maestra que puede abrir todas tus puertas. 

       El lirio de su mirada se hizo tierra con la que regar tus lágrimas, y el azul de su pluma un verso que me enseñó a susurrar por la mañana.

Imagen por Idoia Laurenz.

24 de marzo de 2016

Mi puzle

No era la primera vez que sucedía. Primero se anunciaba con los movimientos bruscos e impredecibles de su cuerpo, y de esta forma se anticipaba súbitamente a las palabras que luego soltaba.   A primera vista podía resultar un hombre impulsivo, pero todo cuanto decía había estado profundamente meditado, como en un torbellino de pensamientos hermosos, de cuya belleza él no era consciente. Su voz era como un tornado que arrancaba los sentimientos de su interior con la fuerza de un cincel en la piedra. Pero siempre los acompañaba de palabras que me empeñé en aprender a leer y ordenar en un puzle.

 Cada encuentro resultaba ofensivo y halagador al mismo tiempo. En ellos me entregaba retales hechos de sacudidas y palabras. Una vez me cegó la ira al escuchar que yo le recordaba mucho a su primera mujer. Sólo sentí la rabia con la que se refería a su primer dolor, y aquel golpe me desarmó todo el rompecabezas. “Yo tampoco soy tan mala”, pensé. Después volví al punto de partida y seguí trabajando en la reconstrucción empezando de cero. Para ello no utilicé la memoria sino el corazón. Por eso el paisaje que se iba dibujando no se parecía en absoluto al primero. Volví a recordar aquel día en el que me calificó, insidiosamente, como la típica mujer que gustaba a todos. Así que me dieron ganas de desarmarlo todo y largarme. Pero encajé la frase en otro contexto, en otro lugar del puzle, y pensé que él también podía estar incluido en el grupo que contiene a la palabra todos, por una simple cuestión de coherencia matemática.

Al colocar la última pieza comprobé que era muy hermoso parecerme a una persona de la que él se había enamorado treinta años antes. “Te pareces mucho a mi primera mujer” es una frase que está cargada de bellos significados y probablemente es el piropo más hermoso que me haya disparado nadie.

21 de marzo de 2016

Sinfín

Imagen por Idoia Laurenz
Supe quererte con los ojos tapados, sin adivinar gestos de amor y sin ninguna correspondencia. Lo hice con todo el silencio que me guardo y con todas las ausencias que me caben. 

De noche no ocupé un lugar en tu mesa ni en tu cama. De día, sólo el sueño de un mal presagio. 

Y durante años mi nombre no significó nada. 

No me convertí en lo mejor de tu vida, y tú... ni siquiera en lo peor de la mía. 

Ya ves, amor. Parece que así empiezan las cosas que nunca terminan.

17 de febrero de 2016

Mi gen-ética

La Nochevieja es la mejor oportunidad para atreverse a ser una misma, a pesar del disfraz o la etiqueta que los demás nos quieran imponer el resto del año.



13 de enero de 2016

Cuarto alumbramiento

     


Las bobinas de perlé de color blanco ocuparon durante unas horas la mesa de la cocina. Mi madre las esparció una tarde para tejer el sueño de que fuese una niña la vida que le estaba creciendo dentro.  Después volvió a reagruparlas en cuatro bolsas diferentes, y a cada una le puso el nombre de la minúscula parte del cuerpo que luego me vestiría.  

   Tras el sueño preparó la comida para sus dos niños mayores, de cinco y seis años, que correteaban por el pasillo dando patadas a un balón y marcaban goles en la puerta de su casa. El pequeño de nueve meses dormía en el cochecito que la mujer movía adelante y atrás mientras cantaba cientos de canciones que servían de rezo para ahuyentar los virus.

   Algunas mañanas soleadas iban todos a visitar a mi tía que vivía a dos kilómetros de casa. Mi madre seguía cantando por la calle mientras empujaba con sus antebrazos el carrito del bebé, y mis dos hermanos la ayudaban a dirigir la marcha con la fuerza de sus manos, cada uno de un lado. Seguían el camino que pasaba entre medio de unos campos de trigo. Mi madre tricotaba un jersey al compás de sus pasos, y mientras el hilo se soltaba del corazón de la madeja, ella daba puntadas para envolver un día el mío.

  Una noche de verano la mujer rompió aguas. Preparó su bolso, llamó a su marido para que le buscara un taxi y después avisó a la vecina para decirle que se iba a parir y que sus hijos dormían.

   –Es el cuarto hijo –dijo mi madre al entrar en el hospital, y de esta forma dejar clara su experiencia–. Creo que va a nacer enseguida.

   –Pues eres la quinta parturienta de la noche y aquí se pare por orden –aseguró la comadrona, y la invitó a tumbarse en una camilla.

   Durante una hora nadie entró a visitarla. Sintió unas ganas irreprimibles de empujar, y empujó. Yo asomé la cabeza y en ese instante regresó la enfermera.

   –Todavía tendrás que esperar unas horas. Estoy atendiendo otro parto –comentó desde la puerta y dejando clara su intención de no traspasarla.

   –Haz lo que quieras –contestó muy decepcionada–, de todas formas mi hija está naciendo. Porque es una niña.

   Fue entonces cuando se decidió a entrar en la habitación y se acercó a mirar entre las piernas de mi madre, para asegurarse antes de irse.

   –¡Bruta! ¡Burra! ¡El niño tiene la cabeza fuera! –gritó con ganas, como intentando frenar lo imparable.

   –Ya se lo dije. Y además es una niña –volvió a insistir mi madre– . Sáquela o váyase, que de todas formas puedo hacerlo sola.

   Decidió quedarse el tiempo justo, que fue muy poco porque el nacimiento era inminente. Luego salió de nuevo al pasillo y gritó “niña”.

   Mi padre lo escuchó desde la sala de espera y lloró.

  Los insultos fueron las primeras palabras que oí al nacer. Desde entonces la experiencia me ha dado pruebas suficientes de que estoy predestinada a sobrevivir al rechazo. Y sobrevivo. A ratos y de lejos parezco feliz.

   La vida no me dio el gusto para saborear la boca del deseo que se llena con dos lenguas, por eso me la engaño con vino tinto. Me he resignado a no poder nacer de nuevo. Y desde este hoyo no grito palabras de amor porque hace más de media vida que sólo responde mi eco.

   Vivo en silencio con los que me quieren y me siento a la mesa para comer acompañada por los que saben entender mi dolor. Pero ellos saben que estoy bautizada en la fe de la renuncia.  En esta condición de charco que se forma siempre en el mismo vacío cada vez que llueve, y al secarse deja la marca de la tristeza en el mismo hueco. 

4 de enero de 2016

La inicial de tu tierra

    En este barco sin espacio para los lamentos pesa demasiado el lastre de lo prohibido. Aquí es imposible mantener tu nombre a flote sin renunciar al amor de palabra. Pero el deseo camina descalzo por la cubierta con la esperanza de conseguirlo.

       Duermo durante el día en la popa del olvido con todos los cabos rotos. En la proa se oye el eco de algunos hombres que merecieron en vano mi tiempo.  Y mis pies juegan en la estela de un recuerdo que carece de sentido.

       Sólo queda un loco de la colina que aún sigue en la deriva de este desvarío. Alguien que voltea su mundo por la borda antes de lanzarse a pique conmigo. 

       Pero nadie sabe que algunas noches de niebla cerrada me subo al palo mayor. 

        Y allí conquisto mi sueño.