Me reconozco distraída y olvidadiza. Puedo parecer ingenua y a ratos desprevenida, pero intuyo la presencia de una serpiente al acecho a kilómetros de mi espalda.
Entonces me limito a fingir que soy lo que parezco. Ésa es mi estrategia.
Me doy la vuelta porque siempre peleo dando la cara. Espero con aparente confianza y me permito el gusto de pecar sin exceso de simular que soy una presa fácil.
Ella solo avanza por arrastre y cuando cree que me tiene en su perímetro de alcance, simplemente desaparezco.
Es un error discutir o conversar con una víbora. El veneno mortal está en su lengua y es allí donde tiene que permanecer. En una victoria limpia no queda ni rastro después de la batalla.
Solo la serpiente y yo sabemos con claridad quién ha vencido.