No necesito a nadie que me suplante para saber que me he convertido en tu oscuro objeto de deseo. No me hace falta la carnalidad de la boca de ninguna otra porque el silencio de mis labios finos y la fuerza oculta de mi voz francesa pegan fuerte en tu pecho cuando en él se muere lapidado un beso.
No quiero el negro lacio de ningún otro cabello cuando es el fuego del mío el que te quita la escarcha del sueño. Toma lo que ves y peínalo como puedas porque no vas a encontrar ningún otro enredo que se le parezca.
No busques la mirada de otras cuando vienes a encontrar ciegamente cualquier destino tuyo en el mío. No te acuchillan a ti las palabras. Es el silencio que se clava en tu alma como una daga que tiene el filo de mil palabras que yo no escribo y que a ti te desangran.
No vuelvas a humillar ni un solo centímetro de la piel que recubre y escuda todo mi silencio porque sólo tendrás para toda la vida los ojos, las manos y el alma de alguna otra como ella, vestida con fotos de otras muchas que nada tienen que ver con la mujer verdadera.